Se levanta un oleaje negativo.
Aparto mi mirada en el metro
y por las noches bulle el deseo
de exprimir la carne
para sacar la sangre
que riegue con novedades
el páramo de los que sobrevivimos.
Me falta la dulce espuma
de una boca altruista
y sólo tengo gestos estereotipados
en una mano llena de cables,
conectada a mi cerebro,
que coge y coge sin apresar.
Mis ojos son el proyector
y veo desarrollarse la película
frente a aquello que nunca alcanzo
porque no quiero alcanzarlo,
substrayendo momentos de codeína,
tranquilidad pasajera
en medio de un dolor de hábitos,
vasos como pulmones
y aliento como cuenta atrás.
Sobrando la piel
estalla como la resaca del ártico,
encima de mi cabeza,
muy lejos,
y en la nuca queda el poso
de caricias esponjosas,
procedentes de un océano de carne demiúrgica
que no consigo volver a reunir
pero por el que grita silencioso
el arcángel caído que llevo dentro.
Gritos nórdicos
cuando nadie te oye
buscando congelar el cielo...
Gritos nórdicos por Jose Ángel Conde
se distribuye bajo una
Licencia Creative Commons Atribución-CompartirIgual 4.0 Internacional.
Foto:
-Birthmark de Erlend Mørk
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