jueves, 12 de enero de 2023

Bar Do




Ecos de cielo.

La espina de la verdad, procedente de una rosa de sueño,

se clava dolorosamente en mi talón

pero saberlo no me impide seguir andando,

atravesando las calles de lo inevitable.

Antes de entrar en el sueño

los relojes martillean y me envuelven en una cárcel de tiempo,

los segundos llevándome a un letargo de muerte.

El despertar llega sin avisar, como una misma cosa,

arrastrado por el torrente de la realidad,

las calles golpeándome con su autoritario estruendo,

imponiéndome el ocio, las opciones, las expectativas, las personas…

Pero la humedad del aire me separa de ellos.

 

En el campo de batalla del bar estamos todos solos

y los codos que me golpean están en algún punto del hiperespacio.

Sin embargo, sin quererlo, siempre me erijo como un faro

en torno al cual se congregan los títeres de la hiperrealidad,

la que me supera en todos los sentidos,

muñecos de perfecto acabado y puros en su programado desprecio,

su maniqueísmo de diseño operando con un bisturí

que nos secciona en el darwinismo social.

Tal cisma global opera como una crucifixión

y su diatriba de sonrisas elitistas y condescendientes

se despliega ante mi reducido orgullo como la triunfante flagelación del milenio.

No quiero evitar estar solo porque sus risas los alejan de mí,

dejando como restos de la cruel batalla por la autoestima

la misma careta de arcilla que tantas veces he visto.

Los corifantes perfectos quieren echarme de su teatro

si no soy capaz de unirme a su hermandad de la belleza.

Me repliego como el feto que nunca ha nacido

e implosiono hacia una salida.

 

El monstruo vuelve a trompicones a su guarida

y la belleza le retira la mirada una vez más,

mientras se ríe de él.

Por un momento me detengo

pero luego sigo andando

con las botas de lo necesario.

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Bar Do by Jose Ángel Conde Blanco is licensed under a   

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 Foto:

-Electricistas de Vladimir Kustov.