El enigma vago de un vaso de cristal
que nos mira como un iceberg,
indiferente a lo que somos y a lo que puede darnos.
Una marabunta criogenizada en ataúdes de hielo,
la humanidad,
rechazada por su planeta ártico.
En las tapas de mi cuaderno brilla la escarcha
que surge de mi melancolía.
Cuando miro a cualquier parte mis ojos escriben
como hace tiempo las lágrimas en mi rostro.
La frialdad pretende también escribir ensayos de conducta,
imponerme su lógica mientras reflexiono
dentro de la nada autoimpuesta de estas paredes,
el oxígeno un compañero que quiero rarificar
para dar forma a mis ideas,
la fraternidad eterna de la energía contenida en el gas.
La fiebre ha pasado con su fugitiva condensación,
la única lucha interna que nos queda a los torturados de alma,
contrapunto al embotamiento de lo cotidiano.
La abstracción me provoca dolor
pero ya es imposible dejar de pensar.
Atractivos cubículos de hielo personales
que nublan nuestros hálitos de soledad y miedo,
ya no un derecho sino un aberrante deber
dictado desde la nada que siempre ha querido tragarnos.
No me obliga ese abismo
porque prefiero la parálisis a la caída,
la sabiduría del tedio y la política de la contradicción.
La risa de los locos procede de una saliva
que emite destellos dorados en la oscuridad.
No sabemos lo que somos
si no yo no huiría de vosotros,
cansado de no poder amar
que es lo mismo que amar demasiado,
binomio del sentimiento.
Caja en la que me muevo
levantada con vuestra madera organizada,
pero sus anillos internos,
robados e inconclusos,
no delatan al árbol del que proceden
y me enredan en vuestras ramas hambrientas,
sin rostro.
El cielo inclinado,
dividido en capas inciertas,
telones gaseosos hacia los que suben nuestras migajas,
en descomposición y deconstrucción,
quién sabe si para crear nuevas formas que nunca veremos.
Detrás del cuaderno,
el miserable que pretende huir de la mudez
extiende sus labios de tiza,
creyendo que los borrones que traza en las paredes de la realidad
pueden constituir un mensaje.
Es un pelele superfluo de temblorosa respiración,
dudosa y aterrada de estar viviendo,
un despojo lleno de letras
que se agolpan dentro de su cuerpo como alfileres,
llenas de dolor pero vacías de sentido.
Tozudo,
el hombre de paja sigue respirando
como una ofensa al mundo y a sí mismo.
Vivo,
asquerosa y obscenamente vivo,
siempre a pesar de todo.
Larvas en vaso por Jose Ángel Conde
se distribuye bajo una
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Foto:
-Posición fetal de Ben Tolman