La sinceridad te arrastra fuera del espejo
hacia el campo bañado por la niebla del mundo
que constantemente se forma.
La lágrima no cae con su bomba atómica,
se queda dentro de la tristeza del núcleo,
tan sólo una melancolía postnuclear
que los mutantes supervivientes del anterior cataclismo,
con sus miradas ciegas y sus mensajes mudos,
han olvidado cómo o no quieren expresar.
Vampiros de todas las modalidades
mordiendo el aire que ellos mismos exhalan,
en una jauría inane,
mientras tu piel no está vestida correctamente
para ninguna de las ocasiones.
No importa por qué siempre muerdo los ríos interiores,
allá donde puedo fluir sin ser visto,
en el cauce húmedo e inacabable en que me ahogo hacia mi comprensión,
cristales reflejados y expulsados hacia todo recipiente que sepa contener el agua.
Es la corriente, llamadla amor o muerte,
pero dejadme besarla.
Si pudiera oír esos susurros de la vida habitual,
tu pelo ardiendo igual que mi deseo de buscar el progreso en tu cuerpo,
tus brazos las palancas que hagan girar el eje de la vida,
para cambiarla, para hacerla,
besos cristalinos salpicando el firmamento del camino que andamos,
tocando con los dedos el hilo invisible entre nosotros,
la mística que suena antes de la muerte,
los acordes de nuestro corazón,
el espíritu del mundo,
que soplan en silencio mis labios,
el nombre que se llama esperanza.
Foto:
-Nierika/Liquid Mind de Giovanni Maisto