Solo en la soledad,
en una proporción de uno a
infinito,
la turbación me hace temblar y las
preguntas producen el desenfoque de la vida.
Entonces veo a las personas fuera
de su conglomerado,
lejos de la masa metálica de ruidos
y colores
que todos aceptan sin preguntas.
Entonces los observo en planos,
separados en su belleza de abejas
perdidas,
cantando una canción de tránsito y
búsqueda a la vez
que se esconde en su interior
desesperada y falsamente móvil
pero con el mismo estatismo de
paredes interiores
que todos buscamos abrir.
Por eso a veces, en medio de
nuestra jornada,
hay un drop de lágrimas
y las imágenes dejan de mezclarse y
por un momento sienten
en una sola.
Siento el calor muy cerca, tu
cuerpo camino del tiempo.
Llevamos hablando desde el principio,
sin parar,
cogiendo las palabras con la boca.
Te mueves cerca y lejos de todo,
viajando en la sustancia inmaterial
que cambia de forma constantemente,
generando el gen distinto
que anima incomprensiblemente cada
rostro
sin saber de dónde procede,
dando existencia a un conjunto de
partes corporales confundidas
al nacer de repente en ellas la
emoción.
Sigo sin saber quién eres,
mientras giras en espiral en torno
a mi pupila,
hablando con corpúsculos de luz
que juntando los instantes y las
cosas
me pintan el paisaje que tengo que
ver.
Foto:
-Night, digital art de Alexandra Khitrova