El soplo viudo de cada uno de tus
instantes.
Es así como se pierde
la conciencia de la existencia,
una vez más,
y se recorren las calles
sin saber que se han recorrido.
Conciencia cero
en un cuerpo de gas,
los dientes transformados
en treinta y dos pastillas
que al morderse entre sí
generan algo parecido al impulso.
El aliento y el sudor
se escapan por los pelos
y las pieles se transforman
en cartones que contienen
almas balbuceantes,
nubes desterradas al pavimento,
hablando a todos los vientos,
atravesando los oídos
sin resultado.
Todos nos conocemos,
la plaza es un circo gratuito
lleno de payasos kamikazes
cabeceando en el aire
para que sus abiertos ojos
consigan el apoyo externo,
alguien que soporte
la sierra afilada del baile de
pupilas
y palabras muertas antes de nacer.
El tam tam toma el poblado de
hormigón
y nadie es nadie,
saltando, gritando,
desesperadamente siendo
para que se nos lleve
el primer viento.
Nada tiene valor
más que porque es,
la carne y los tambores
son una sola mano
que no deja de golpear,
de interpretar el aire
con todo tipo de mediums:
rastafaris sin ojos y petrificados
en marfil,
jóvenes lectores de comics
con maneras de ángel y rostros
duros,
marmitas con soluciones de ácido
imposibles,
malabaristas con rostro narcótico,
ex - yonquis monaguillos del ritmo,
bebés que abren grietas en el
corazón
con su sonrisa,
y una princesa africana
de encrespados y arbóreos
cabellos interrogantes,
la diosa del manglar sensual,
tiene la respuesta a mi ansia de
besos
y me besa intelectualmente
y me quiere decir
"esperanza" ,
"no estás tan perdido".
Luego el cielo de la sabana
metropolitana
nos muerde como a los guepardos
cansados
y del éxtasis breve de un día en la
jungla
el buitre de la mediocridad
nos sobrevuela una vez más
y, por fin,
el sueño nos traga.
Foto:
-Ilustración de Dave McKean para el comic The Sandman nº 9.
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