Prejuicios de hielo,
sopor blanco y columnas de
estalactitas con brazos
vuelven a ofrecerme su habitat.
Soy el invitado arrastrado,
el crucificado al tedio
y no paro de oír voces
pegadas a las caras,
transportando las palabras de la
confusión
a través del asfalto humeante de mi
percepción
que llora como un niño engañado.
Los hombres mayores me ofrecen su
historia,
me cuentan las gestas del pasado
atmosférico,
leyendas de cartón navegando entre
vasos y humo.
El otro ser que me habita oye los
tambores y los entiende
y sabe que su música lleva colmillos,
así que agarra mis sienes sangrantes
con sus manos espaciales
y me saca de allí vibrando,
dando patadas a las longitudes de
onda,
saltando por encima de las
frecuencias
que me ofrecen los que me rodean,
pero no sé a qué dimensión ir,
tan sólo correr y correr
perdido en este trozo de cosmos.
Foto:
-Every last one, ilustración de Michael Reedy
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