viernes, 23 de septiembre de 2022

Indolencia

 


Indolencia,

cuando la huida ya está aquí

como el más concreto y firme de los lugares posibles,

cuando lo posible no puede ser más que una sola cosa

a la que agarrarse hasta morir con la sabiduría espiral del fanático.

Deja que las dudas y el dolor caigan como el sudor

de una mala noche de fiebre

bajo la ducha purificadora de lo obvio y lo fácil,

en el mundo donde el sufrimiento sólo existe

para otros que seguro que no son tú.

Trasciende hacia la realidad y paralízate al ritmo de los demás,

donde todos puedan ver que no tienes ninguna intención de ser único,

y comprende por fin la parálisis del movimiento,

cuando tu iniciativa se funda con las ondulaciones

de millones de serpientes multicolores como tú.

 

El silencio es devastador porque detiene las cosas.

No dejes hablar a la vida

y, sobre todo, no pares de hablar,

para que tus palabras sean ladrillos

en el vasto muro del ruido,

para que te sigas separando de los que piden ser escuchados,

porque no se puede perder el tiempo con las esponjas

cuando se trata de correr hacia la muerte.

Correr, siempre correr,

no vaya ser que al pararnos a mirar la vida

nos quedemos ciegos ante el furor del relámpago.

Porque queremos poseer sin ser,

siendo uno con nuestro objeto de deseo.

Porque queremos escapar de nuestras emociones

deconstruyendo los cuerpos en carne embutida,

contoneando en una orgía de sudor

que habla con aliento de axila.

 

No podemos amar

porque eso implica movernos de aquí,

de este planeta de certeza

donde los hogares han devenido en cárceles,

donde el dinero es la moneda con que comprar la esclavitud,

donde sabemos quiénes somos no preguntado lo que somos,

fluyendo a toda costa fuera de nuestro cuerpo

en una herida abierta que confundimos con un río.

Fluir, siempre fluir,

hacia todas partes,

desperdiciándonos,

antes de que nos desperdicien los demás.

Los demás no existen, aunque se me parezcan,

porque estoy demasiado ocupado

recomponiendo los trozos de mi yo

con el collage moral de los eslóganes.

No podemos amar

porque queremos ganar,

porque competir es que los otros son los que pierden.

Yo soy la verdad

porque la mentira tiene que ser cierta.

 

Indolencia,

cuando tengo las instrucciones de la vida,

cuando los que no las siguen son monstruos,

gárgolas negras con las alas llenas de tristeza.

Mi placer es mi única frontera

y no entiendo qué hace esa gente a mi alrededor

 si todavía no he empezado a devorarlos.

Sí,

ayer soñé con la apariencia de una apariencia

que decía llamarse indolencia,

pero me di cuenta que nos devoran en vida los gusanos

y que ciertos cometas,

al pasar por mi órbita,

desprenden guijarros de amor que me hacen sangrar,

después de ciclos de glaciación.

Sigo sin saber por qué me sigues buscando

si no existes.

Licencia Creative Commons
Indolencia por Jose Ángel Conde se distribuye bajo una 
 
 
 
Foto:
-Ilustración de Charles Burns.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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