domingo, 12 de junio de 2022

Electroencefalograma puro

 


Busco el silencio,

esa línea abstracta que recorre el aire,

visible sólo en la frecuencia de la introspección,

un electroencefalograma puro y sin estrías,

sin longitudes de onda que revelen los seísmos internos.

Recurro a la inmovilidad,

al desangrado de la tinta fluyente,

el espectro pasando de línea a cubo,

ruido catódico encerrando mi cabeza,

lija de partículas que erosiona

el mapa alterado de mi epidermis.

La dictadura de lo exterior recoge este despojo sangrante

y el tubo del centro de la ciudad succiona mis partes con su deseo.

Las líneas del aire son ahora una telaraña cambiante y caótica,

hilos perversos que atrapan al títere

hacia el vientre oscuro que siempre tiene hambre,

abriéndome como una cáscara

que excreta el nuevo ectoplasma en convulsiones expresionistas,

los ojos ya en blanco.

Las paredes y la barrera pierden su solidez

ante el vuelo falaz del espectro,

surgido de la nicotina de los pulmones y del alcohol del hígado,

una babosa que se aferra a la posibilidad de lo absorbible,

que empapa a los peatones con un abrazo de saliva,

derramando impotencia.

En los locales flotan los dientes y los ojos vacíos de blanco

y los cigarrillos fuman los alientos toda la noche,

cuatro dimensiones de diversión,

dinámica de pantano en busca de besos líquidos desinteresados.

 

La inspiración nace del cansancio,

del dilema de no saber ser

escalando todos los días el inlandsis de la pereza.

Las parejas me bloquean el paso en las calles,

los parroquianos observan mi rostro gacho

como una negación que les insulta,

los adolescentes lanzan oprobios llenos de triunfo sexual

y los amigos tiran hacia su cárcel de felicidad consensuada.

Sabor amargo en la negra salivación de la mosca,

ante los alimentos que el mundo le ofrece.

Quitosano que me separas del mundo,

tú impides que me disgregue,

aunque choque con los escaparates,

sangre artificial que no brota en plomo fundido de conformismo,

hereje del nirvana colectivo de la apariencia,

una neurona más de la nada en ese pensamiento que no existe.

Anulada mi coartada con lo establecido,

me busco durante años en las cloacas,

la órbita elíptica de la alienación

a través del espacio descivilizado,

y me pregunto si, oficialmente,

algún edicto proclama si queda sitio para mí,

muerte certificada.

Licencia Creative Commons
Electroencefalograma puro por Jose Ángel Conde 
se distribuye bajo una 
 
 
 
Foto:
-Escultura de Sarah Sitkin


 
 
 
 
 
 

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