Salas de llantos ofuscados
donde nos alojamos en pérdidas,
con el odio agrio del que sólo ve
objetos,
manipulables y mecánicos
a los que ningún corazón puede
atender
para reposar.
Lentas pasan las paletadas de
efímera posesión,
dejando agujeros con posos de
hongos en los dedos,
lo perdido por nunca apreciado.
Ahora sé que me has enseñado a
llorar,
ahora que me miro a través de mis
manos escribiendo,
cómo has abierto el grifo de la
ternura congelada
y me has dejado fluir en el
constante pensamiento de ti,
sobrellevado en gotas que me
sonríen
cuando reposan en mi piel de
individuo,
haciéndome sin duda menos común
entre los comunes.
Esto puede ser explicado por la
magia de tus dientes
que filtra tu risa adolescente,
eco alado de un ser puro por aún no
acabado
que sonríe sin miedo ante la
amenaza fantasma del tiempo.
Tú sabes ser concreta
cuando acaricio tus brazos
para que expulsen las burbujas de
tu placer,
y hacerme concreto
cuando juntas tu casualidad contra
la mía
en un abrazo que es casi un roce
porque nunca nos satura
y su descarga es sabia como lo
inexplicable.
El sol entre rejas,
el pavimento ardiendo de frío,
una escarcha de confusión en las
ciudades
que no nos deja flotar dentro de
nuestra cabeza.
No quiero ponerme a contar los
agentes negros
porque no tengo dedos para que sean
contados
y
nado fuera de los virus de mis cuerpos.
En las afueras de nubes naranjas
tu labio es el frontón del templo
y se acerca a lo lejos a lo pequeño
de mis esperanzas,
dispersadas a todas partes como
átomos pálidos,
violetas por la tristeza que fluye
como savia de sueños en su
interior,
porque sueño dispersándome en
partículas
y espero volver a formarme cuando
llegue a tu materia,
tu carne como un depósito suave
naranja e inmaterial
para estrellas de ilusiones
perdidas.
Sabes sabia sibila
como dejar caer mi sangre
arrepentida
por los toboganes de tu piel
amable,
convirtiéndome en ducha de destinos
que abra tus ojos y tus brillos
para que vea las luces de tu ruta
y derrame entera toda mi culpa
mojada,
para acariciar tus miembros y tus
pétalos,
para dejarlos reposar relajados
en un constante amanecer húmedo de
comprensión,
mis gotas una capa más de tus
capas,
temblando cuando tú tiemblas ante
el aire de los días,
sonriendo cuando tú sonríes ante el
sol de la vida.
Así reposo encima de tu suavidad,
devolviendo nuestras miradas
en un cercano e íntimo océano de
espejos.
Foto:
-yet sombre echœs voluptuously tempt, de Sermon Fortapelsson
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