El poema yace
con las palabras descuartizadas que lo forman
buscando ser recompuestas,
solidificadas desde ese vapor confuso
que surge del cráter horadado en la realidad,
un agujero abierto a lo incomprensible,
cuando los pensamientos llovieron
en una confusa lluvia de meteoritos primigenia.
Comprensión,
interpretación,
chillan columnas invisibles que pretenden
sostener una cúpula del cielo que no existe,
en este templo del exterior donde permanezco
como una momia formada
por una epidermis rancia y convulsa
que lucha aún, ignorante, podrida,
por no ser deshabitada,
por negar las semillas del loto
que fluyen latentes en la descomposición.
Mi existencia va surgiendo del cráter
como de un crisol en operación constante
y me confunde con la posibilidad de su gnosis
mientras expira la palabra
en un incontrolable e imparable estertor,
el hilo eléctrico de lo cognoscible tirando de mí,
gólem de carne encadenado a la tortura
en las columnas del conocimiento,
latigazos de percepción que me tatúan
el misterio del verbo,
surgiendo el renovable proceso de la alquimia
entre lo pensado y lo dicho.
Me siento culpable al despertar del sueño
y es como si me desplazara por el espacio
a través de ondas,
junto con las bandadas de cuervos negros
que son las almas abandonadas en este mundo,
picoteando desesperadas las nubes
en busca de las runas del tiempo.
Comprendo lo borroso
de mi nueva nube de pensamiento,
un éter que fluye hacia fuera,
desde mi aturdimiento,
como un agujero negro
que recorre su ciclo vital al revés,
generosamente centrífugo,
desplegado hacia el tiempo y el espacio
como una red informe de neuronas
ansiosa de abrazar la vida,
inmaterial, siempre intangible,
pero rodeándome por todas partes.
La magia arcana pasa a ser la ciencia escondida
detrás de la incógnita X de la soledad.
En el mundo de lo concreto,
penalizado por el deseo,
vago condenado a caer por los mundos
en una inercia a través de vidas infinitas,
espiral del karma.
Soy la subasta de la carne,
alguien fuera decidiendo
cómo se pierde mi cuerpo,
erosionado por una sensación tribal
de indígenas deshabitados
que bailan la música de la costumbre,
los cuerpos colgando como si sus actos y diálogos
fueran a llevarlos al matadero.
Avanzo entre ellos
oyendo sus vidas en porciones de conversaciones,
muy lejos,
temiendo que alguien pueda robar mi amor.
Mis labios sólo besan el aire
con palabras que no salen de mi boca,
conversaciones de psicópata conmigo mismo,
mi mirada retirándose de los demás
con el corte preciso de una afilada navaja,
katana de sombra.
En la batalla,
mi muerte es generosa
porque mis intestinos
rebosan de tinta negra expresiva
y del spleen se formará la valquiria
que entienda mis abrazos en potencia,
para acogerlos.
La posibilidad de su gnosis
by Jose Ángel Conde Blanco is licensed under CC BY-SA 4.0
Foto:
-Autocensura de Hector Pineda.