miércoles, 19 de mayo de 2010

El desierto de las setas




Mientras camino con mi cuerpo entre vertederos de metal que crean angustia, voces y acciones de gnomos obreros anodinos, estertores estériles de marionetas trajeadas, puedo viajar al mismo tiempo por el desierto de las setas.
Para ello, primero tienes que oír la miel invisible que componen todos los átomos en el aire, moverte nadando en su azúcar y, después, renegar de los diez mandamientos de la realidad:
hipocresía,
verdad,
finalidad,
creencias,
ciencia,
progreso,
felicidad,
lógica,
moral,
deber.















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Entonces SOY y veo a lo lejos las enormes sombrillas con sus peciolos: las inmóviles setas, esparcidas y separadas en un desierto de arena y tierra cortado por el viento, sabias aunque insensibles, montones de libros vegetales esperando ser abiertos. Aquí uno se siente, al principio, pequeño, asombrado y desorientado, porque se está de verdad en un lugar, porque se existe, con lo que no se sabe si es un lugar, si existen más lugares o si existe un lugar en algún lugar. estoy y no estoy; mis genes no paran de rotar. 
El sol es una duda que alimenta el páramo y hace crecer los conocimientos que albergan las setas. No hay que esperar más; algo en mí me dice que hay que comerlas y escupirle a Dios en la cara con ellas.



2

Mientras, bajo al vagón del tedio y, durante su desplazamiento interminable
, el túnel oscuro que nos rodea me dice que eso existe, que aquí abajo nada vale, que es una mala y chapucera imitación, un pastiche, un espantapájaros aceptado por todos, mientras que yo he visto como ven los ciegos, pero sin ver la broma, sino en lo que está basada. Conozco la historia de primera mano y el puzzle de sensaciones encaja, viajando una y otra vez por el subconsciente. El fluido y los cuchillos han hablado. Mi cerebro puede mover mi mano pero los hilos que genera esa glándula oculta, esa verdad satánica escondida en el encéfalo, hacen también que yo vuelque y descarrile el vagón; mi telequinesia es implacable y ejecutora. Ahora el destripador puede cebarse en las víctimas del accidente antes de que lleguen luces y sirenas para preguntarse qué es lo que pasa: no hay nada que saber.
El peciolo es suave, al tacto es como algodón, húmedo como una vagina lubricada esperando ser acometida en toda su superficie para alcanzar su éxtasis. Es asombroso cómo todo se relaciona con todo; si te la comes, la seta te lo dirá. El chamán del desierto está a cientos de kilómetros de mí, con su melena volando en este vasto páramo, pero yo le veo asentir. Miro arriba y el sombrero de la seta lo cubre todo, y es un cielo cubierto de estrellas.




3
























SETA Nº 1:

Entro en una mayonesa blanca, un semen ardiente e inexplicable que sabe a lejía y suavizante. me quemo los intestinos y el tallo ya no tiene paredes ni límites. Cansado, con sueño, estoy crucificado a la cama. Mis ojos se llenan de cartílago rojo y atravieso con otra vista aros abstractos, intocables portales psicodélicos, con colores como preguntas y respuestas. La velocidad irracional acaba finalmente con pupilas e iris, pero dentro de esa carne sanguinolenta, de esas nuevas gafas corticales, siento la ceguera como un fogonazo de luz que ocupa todo, y me veo junto a las setas, mientras el viento del desierto arrastra las cosas en forma de bolas de maleza.





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SETA Nº 2:

La nueva autopista de la sensación me rodea con bellos desnudos, carne transparente que deja ver auroras destellantes. En mis tripas se clava una lanza de azúcar, el órgano sexual de esos cuerpos. Vomito caramelo ardiendo y, desnudo, choco contra esos cuerpos y nado y planeo entre la masa de sexos de hojaldre. Es un festín de movimiento, hundiéndonos los unos en los otros, carne y miga mordida, lamiendo su sudor de almibar, y los vuelos acaban en eyaculaciones de chocolate. Entre la descarga dulce veo unos labios con forma de estatua nebulosa, de diosa etérea que reconozco. "Me gustaría que fueras una esponja que me quitara toda la suciedad". Tal vez pueda llevarme también esto, así que nos absorbemos el uno al otro, ahogados en aire y agua.


 

 


















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SETA Nº 3:

Nuestro abrazo se convierte en un inmenso esqueleto-cárcel de gigantescos huesos negros, duros como el espacio y con formas esculpidas por un artista alienígena, una médula amorfa y ruidosa formada por miríadas de agujas de un material desconocido. No me domino porque el otro también está y, en la dura lucha, nos arrancamos con ruido seco los cráneos y desconecto... Escucho el eco del silencio y me veo en el espejo de la nada, un cuchillo esperando ser afilado para rajar el vientre de esa puta llamada universo y sacar las vísceras que hay dentro del espacio. El ser humano no puede ordenar nada; tan sólo elegir y esperar. Espero atravesando el desierto de las setas, de peciolo en peciolo; todas son venenosas porque contienen vida.

 






















6

 




Abajo nadie irá arriba porque están humillados o porque no saben. Yo, aquí, en la pasta del champiñón cósmico entrelazado, reparto las cartas de la locura...

  

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EN MEMORIA
DE
WILLIAM Seward BURROUGHS

(1914-1997)






Fotos:
1. De "Danger Series". Retrato de William S. Burroughs en frente del Theatre Odeon, de Brion Gysin.
2. "Holland House Library. Kengsinton, Londra"
3. Portada para "Interzone" nº 204, de John Picacio.
4. "Mirror Gazing-telekinetic combustion" de Paul O'Donovan.
5. "Are you there William S. Burroughs?" de Tim Leeland.
6. "X-Ray Man" de William S. Burroughs.
7. "William S. Burroughs" de Annie Leibovitz.














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