Así es:
los balcones lloran
y el orden es un ruido molesto.
Te sientes presa de un humo agónico
y de los prados brotan “melancolías”
de un color verde que acuchilla las retinas.
La cabeza es también una pradera metálica
por la que galopan con furia
seiscientos sesenta y seis jinetes infernales
que aplastan tu suelo
en cada una de tus míseras jornadas.
No puedes huir,
no puedes librarte de ellos
porque sus caballos nunca se cansan
ante tantos y tantos kilómetros de “bienestar”
y porque saltan con ira por encima de todas las vallas
que la conformidad interpone en su camino.
Cuando se alejan
el loto melancólico queda solo
en el paisaje gris neurona
pero, en silencio, crece y crece,
y sus pétalos son cortantes.
Foto:
-Duality 7, de Philippe Fichot
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