sábado, 22 de febrero de 2025

Nada de esto es para mí

 


 

Los que amamos el lenguaje del frío nos detenemos cuando los demás siguen andando, escuchamos los acordes del silencio y nos dejamos abrazar por la soledad, como muertos que respiran, siempre con un pie en el otro lado en el que nadie quiere entrar, incomprendidos por el miedo, que genera vaho en esta probeta congelada de sueños, vaho de personas sumidas en la sombra, la espiral de la ecolalia en nuestro rostro mudo.

Una música que sólo yo oigo es pulsada en el cielo por los movimientos centrípetos de las nubes, un piano gris que roba mi vida y mi conciencia de la tierra para hacerla perderse en el mar trazado en los contoneos de esos demiurgos gaseosos, centrifugando la percepción en sus burbujas llenas de verdad. La lluvia comienza a caer separando a las personas que van entremedias, su lenguaje de confusión, ya por siempre artificial contra el decorado de hormigón que se extiende por todo el planeta. Un infierno de pasos y caras, el ritmo automático de un hormiguero, chocando entre la desgana y la desconfianza. Obligadas a vivir, las personas llenan la calle, se cruzan conmigo sin saber por qué ni a dónde van. Mi sentido crítico me mantiene firme, porque soy el lado oscuro, la negación de todas sus débiles afirmaciones, lucidez que me mantiene solo, mientras siempre alguien huye de mí o quiere robarme. Avanzo, antes de que se lancen sobre mí, esperando a despedazarme o a romperme el corazón. Un cometa negro que encuentra sentido y fuerza cinética en carecer de ellos por completo. Siento como si esta ciudad fuese mi creación, por eso no temo el comportamiento de sus monstruos, pero sí el del que los ha ideado.

No busques sentido a las cosas. No pierdas el tiempo. Párate y tómate otro café, algo que te haga arder con un dolor nuevo que te distraiga del anterior.

No se puede vivir fuera de este mundo. Me aíslo, pero las personas acaban apareciendo como las señales en una carretera de la Ruta 666. La mística del aburrimiento consigue al final separarme de todos y ya nadie me interesa en absoluto. Me muevo de nuevo, sudando pequeñas gotas intermitentes de decepción. Soy el héroe de lo que no es, no existe, el inerte agujero negro sin campo de atracción, observando las vidas que hay en otros planetas a años luz pasando delante de mí, un conocimiento que nunca podré usar, el lema “nada de esto es para mí”. Fosco, clavado en las jarreteras de mis costillas, el esqueleto sonriente por debajo. No aspiro a nada; sólo a que me dejen en paz. Nuevas paradas en la inercia. Las personas siguen andando tanto que ya han dejado de ser distintas. Todas se han convertido en mi doppelgänger, inesperado pero necesario, y ahora soy yo el que me alejo de mi vida. En cualquiera de los bares del fin del mundo, cada bocanada del cigarrillo me afirma en mi aislamiento. Todos hablan a mi alrededor, aunque no entiendo lo que dicen, pero sí lo que piensan; puede que ellos tampoco, puede que generen un ruido que les haga escapar del silencio. Debajo de la piel del perfume todos los cuerpos huelen a cadáver. Prosigue el cráter en mi cabeza. El pinchazo tira de mi cerebro, lo quiere anular.


Nada de esto es para mí by Jose Ángel Conde Blanco is licensed under CC BY-SA 4.0


Foto: Pesadilla, de Stephane Blanquet.