domingo, 21 de abril de 2019

La judía mística






































Claroscuro.
La gran judía es la puerta
a uno de los nueve círculos del infierno,
rellena de mostaza verde sangre.
En la habitación, entre cuatro paredes,
inicio mi Cábala,
un chimpancé vampiro encerrado en mi jaula.
¿Cuántas cárceles hay en mi mente?
Soy un faquir atravesado por clavos de inmundicia
y cada barro puntiagudo
me hace más poderoso y resistente.
Estoy desnudo,
abrazado al dolor.
Soy un yonqui místico,
pálido y musculoso,
con la cara de una calavera chamán
y la piel dura de cuero negro,
tomada del murciélago y el armadillo.
Mis ojos no existen,
están cosidos tras las gafas de cristal
modelo “cúpula estelar”.
Respiro el filo de la navaja,
larga hasta ser casi invisible,
y me arranco trozos de carne
que te guardarás en tu estómago.
Grito, sin lengua,
o bien me río,
un samurái mudo
que realiza un harakiri purificador
tras comer bolas de arroz psicodélico.
Introspección.
El dragón me recorre la médula espinal.
Ahora
mis venas son cadenas
pero no sé a dónde se atan
o si hay eslabón perdido;
tal vez sean de agua
o tengan vida.
Por los caminos que voy
hay hombres de abrigos negros
que hacen decorados con la oscuridad
y me envuelven.
Ahora
ya tengo un tratado de alquimia
del que tomar símbolos cuando quiera.
Voy a escribir poemas con saliva
en todos los labios que viole.
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La judía mística by Jose Ángel Conde is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial 4.0 Internacional License.


Foto:
-Repression, 3D Concept Art de Arsen Asyrankulov 



 

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