Los mensajes se descascarillan hasta desmenuzarse,
aturdiendo tanto a emisor como a
receptor,
los dos diluidos finalmente en el
viento secuencial
que sólo entienden y escuchan las
hojas,
dejándolos pasar.
Las palabras que vertebran la sociedad
quedan en dardos aturdidores,
clavándose y paralizando.
Intento crear un libro,
pasar páginas entre los
acontecimientos,
entenderlos mientras huyen enanos
diabólicos
como ascuas que arden y que tenemos
derecho a tragar.
Se prefiere que se consuman,
que se queden en cenizas,
órganos de papel que puedan
manipularse sin miedo,
a lo que tienden nuestros cuerpos.
Páginas como hojas y troncos de
árboles,
antes que calles como cuadras de
angustiado cero,
mis yemas tocando el mundo
a través de blancas ampollas de
desesperación,
filtro necesario para destilar
un poco de amor de entre el
cemento,
para acariciar a los ladrillos
sin que se estremezca el muro que
siempre se regenera.
Cojo uno y me lo llevo
con la esperanza de hacerlo latir
con mi comprensión.
Prometo escucharlo con venas de
fuego
y cristales dispuestos a reflejar
vivencias en mis ojos,
darle con mi sangre recuerdos de su
carne,
si es que aún recuerda que antes
latía.
No me importa la argamasa empleada,
ni el revestimiento,
ni la calidad de su cocción,
tan sólo quiero introducir un
ladrillo del muro
dentro de mi noche
para librarlo del golpe exterior,
yo a medio hacer,
yo que huí de lo compacto
y no quiero nuestra mezcla,
sino abandonarme tan sólo a su
brillante forma.
Foto:
-Schreibe mit Blut (Escribe con sangre) de Lena Hades,
tomado de su serie de óleos sobre la obra literaria de Friedrich Nietzsche Así habló Zaratustra
tomado de su serie de óleos sobre la obra literaria de Friedrich Nietzsche Así habló Zaratustra
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