Me levanto dos veces todos los días, como arrancado de un útero en un aborto sin permiso ni piedad: una a mí mismo, al dolor y la confusión de estar despierto; otra a los demás, al lanzamiento a la calle con la desesperación del que se siente vigilado por todos los ojos. El ocioso e improductivo “Chico A”, un genoma en su submundo infinitesimal que no interesa a nadie, que se agita perdido en su embrión inmaterial de opresión, colocado en ninguna o en cualquier parte de la cadena de montaje genética de la sociedad.
Fuego fatuo, muerto que brilla, tan sólo alumbrando unos centímetros de espacio solitario. Cualquier país o dimensión de escape siempre será mejor que aquellos donde ahora me sitúe. La teoría de cuerdas estremece en mi silencio tan sólo a mis oídos, pero los átomos no escuchan preguntas. Todo está en su lugar, siempre que esté en el exterior. Soy un ser dividido, medio cuerpo fuera y medio cuerpo dentro de un espacio indefinido, ni nacido ni muerto, sino desesperadamente vivo, mientras todo el mundo huye a organizar sus vidas, el orden que no explica mi tristeza congénita, hija de un padre que ni siquiera sé si existe. Tratando siempre de ser yo, aun sabiendo que ese cuerpo no es mío. Si nada tiene explicación acaricio las piernas de miel de un croissant, antesala hacia la jornada diaria regida por el tiempo infinito en que se hace o hay que hacer algo. Quiero ganar mi salario sin haber trabajado porque sé que ese cero ya es mío antes de conseguirlo; tal vez seré libre cuando lo pierda, tesela de carne y costumbre, argolla y yugo de sentido, pan nuestro de cada grilla.
ADN suplente © 2025 by Jose Ángel Conde Blanco is licensed under CC BY-SA 4.0
Foto:
-Cluster of heads, de Erik Ferguson.