jueves, 20 de diciembre de 2018

Atmósferas







































Navegas por las atmósferas clavada a mi frente,
un mástil de silicio confuso
rompiente de mares gaseosos de piedra,
estrías de pesadillas autoinducidas
clavándose en mi cabeza como estalactitas
hacia una caverna siempre interior.
Las neblinas acuden como sueños,
drogando con gases imaginativos
los cráteres nebulosos de mis ojos confundidos,
mientras las nubes pasan dentro de mí
y  a través del aire de la estancia gris
vuela el aceite de tu saliva hacia mí,
anheladora y obsesivamente quieto en todos los rincones,
acariciándome con su ondulación de objetivos,
untándome con su barniz de esperanza,
haciéndome hervir como humo por encima
de los calderos subterráneos de obsesiones.
Pienso como un cráter de sedimentos de locura
que ponen límites y monstruos en todas partes,
me autoproclamo prisionero de mí mismo
amurallándome con rejas de miedo y desconfianza
cuando el ruido torturador sólo se marcharía
si consiguiera abrir mis brazos gaseosos
y abrazar el cuerpo de la niebla.

Te presento y te formo con otras formas,
bajas y pasas de largo con otros cuerpos,
monstruos que me arañan o me acarician alternativamente,
copos de piedra que no tengo tiempo de percibir.
La esencia es sin embargo suave,
cambiante pero única
como la mónada sexual que está dentro de las formas de las nubes,
con sonriente arrullo dando luz a sus hijos informes,
con la belleza primaria de lo involuntario,
un ejercicio de genética cordial hacia todo lo que tiene existencia,
cerca, lejos, cotidiano o nunca visto,
como un cuerpo de mujer almacenando sueños
en una dimensión de vapores amantes.

Es cierto que tienes todos los nombres
y así resuenas haciendo sangrar mis laberintos,
pero la verdad es que basta con uno sólo
que entre sin permiso en esta cueva de delirio humano
y se convierta en eco de sí mismo.
No importan las paredes que conformen mi estructura,
no importan los átomos sólidos
que bloqueen como minas la realidad y la esperanza,
tan sólo necesito el sonido ahí fuera,
reverberando con el azar de una pluma enamorada,
tan sólo necesito oírte.

Tu vello te ata a mi planeta
y me permite acariciar los suaves tallos
que unen tus vibraciones únicas a la Tierra.
Aquí me sé por unos momentos,
fuera de los tornados mentales,
y tus manos me hacen tocar mis manos,
tu piel me hace sentir la carcasa de mi cuerpo,
tu aliento me hace respirar
y tus ojos encienden las descargas eléctricas,
fluyendo por conexiones procedentes de dinamos solitarios,
espesas fábricas de pensamientos autoinducidos
que ahora se saben en un nuevo recipiente,
que delimito y analizo con mis caricias.
Los límites se muestran confusos e inalcanzables
y renuncio a aprehenderlos cuando vuelo
por tu llanura de piel hacia tu pecho,
latiendo con dos soles de tibia astronomía,
haciendo elíptica entusiasmada
sobre la sorprendida forma que me envuelve.
Tu respiración genera la atmósfera
dentro de la que palpita nuestro abrazo,
física de sexualidad necesaria,
movimiento conformador de volcanes y glaciaciones sonrientes
instante que abstraídos serían edades de sudor y escalofríos,
el mundo entre nuestros lívidos brazos,
el interior del astro de enlazadas extremidades,
la gravedad hacia nosotros mismos.


Foto:
-Ilustración de Virgil Finlay para The crystal man




 
  

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