viernes, 1 de octubre de 2010

El mirador del universo



















Cansado entre las diferentes plantas del mundo,
elevadas o bajas,
recorriendo un rascacielos primigenio de inciertas escaleras,
vistas de nubes que buscan abrazar con su paisaje
por dentro de nuestros ojos.
No sé si comparto lo que veo;
es una ilusión egoísta de seguir subiendo peldaños de gas por voluntad.
No firmo nada que marque los pisos por los que ando,
Muchas veces en duda de paseos horizontales hacia un frente y al otro
de ventanales como murallas transparentes del mundo,
lanzando sus guiños de prisma óptico
para introducirnos en cariñosas desorientaciones.
Entre los diamantes de preguntas de colores que despide el aire
no sabemos lo que vemos.

Tus ojos, por ser de otro,
personifican la cuadratura del prisma del tacto visual,
acariciando mi vida
al encerrarla dentro de sus cristales esféricos.
No hay muebles en este edificio
pero las paredes son una placenta
en la que hospedar al perdido inquilino
mientras intenta penetrar en las ventanas de tu visión.
Qué estás viendo y cómo lo estás viendo,
no tan sólo girar como una dañina radial de carnicero
descuartizando todas las percepciones y sensaciones
para convertirlas en visión muerta.
Sólo preguntar a esas flotas espaciales de fotones
qué sienten al entrar en tus ojos,
cuando no empezar a reconstruirte
con esa infinita ecuación de huellas digitales,
haciendo crecer los genes de tu flor para que no pases al olvido,
haciendo un nuevo universo a partir del big bang del recuerdo.

Cuando el amor es un feto,
constantemente naciendo,
constantemente alimentado por la escenificación de tu cuerpo
en el mismísimo centro de la vida.
Sé que estuve dentro de ti y que los dos subimos hacia el universo,
desnudos como un hombre y una mujer,
una planta hermafrodita de carne
que se quería juntar con su propia respiración.
Y te respiraba y ascendía por tus latidos,
con el afecto de manos que quieren negar que están solas
y afirmar que hay algo más allá de la punta de sus dedos,
y que la vida no termina.

Tus ojos cerrados finalmente enmarcaron lo que eres
y esos párpados serenos en medio del mundo
me enseñaron todo lo que he sido.
Ahora remonto el tiempo en una inversión de sentimientos,
coagulando el futuro en un círculo que nos contenga.
Esa ansia de misticismo navega en todas las lágrimas que tengo.
Del fondo de ese agujero negro de lo que no sé que soy
recompongo tu planeta con asteroides de recuerdo,
remendándolos en minutos y porciones giratorias que se retroalimentan.
Eres vida dos veces:
cuando eres en tu vida que no veo,
cuando te creo en la vida que te quiero.

¿Qué pretendo jugando con los abismos
en las cuevas multitudinarias de soledad del fin de semana,
la otra página de la civilización?
Encontrar lo que es hermano en lo oscuro,
la charla de tinieblas que no devuelve la mirada,
¿darme la vuelta a la muerte?

El centro de tus ojos habla
y ya siento tu aliento como un viento solar latente
que viaja por los espacios llevando los restos de una luz
que no se sabe si existe,
pero que perdura en tu desplazamiento por el mundo.
Brisa inmensa.
Conociéndote de memoria
voy formando la carne de tu cuerpo
partiendo de las palabras que hay en todos los átomos del aire,
todas las caricias que te voy dando,
luchando contra tu olvido en tu forma que abrazo,
aprendiendo así a conocerme.
Las mujeres tienen la verdad,
las preguntas que crearon el feto y lo sacaron de la oscuridad
para guiñar al mundo con su brillo.
En medio de la noche
la luna observa con su luz cómo se abre la vagina del cielo.

En el hilo artificial que pretendemos ceñir al mundo
me hace temblar la forma en que nuestros suspiros
se diluyen en la electrónica,
convirtiendo nuestros latidos de vida en simple información.
Yo necesito sentir tu vida y la mía apareciendo en cualquier rincón,
con la más absoluta casualidad, procedente del corazón de la vida,
esperando dentro de nuestros labios.


Safe Creative #1010017473277




Poema publicado en la revista DIVAGUE:
http://www.divague.com/texto.asp?cPar1=2053



Foto: "Der Wanderer 2", de Elina Brotherus.











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